Parece cosa de magia, que de lo que parece la nada de repente surja un pequeño brote de vida. Pero si pudiéramos convertirnos por un momento en seres microscópicos, veríamos que aquí la magia no tiene cabida, sino que el proceso entre lo que no aprecian nuestros ojos y lo que terminan viendo, tiene un largo camino de gestación calculado por la maquinaria de la naturaleza.
Tras varias jornadas cuidando el sustento, levantarse por la mañana y encontrarse con una pequeña plantita aún de tallos y raíces blanquecinas, desprendiéndose de la cáscara de la semilla para emprender el camino hacia la superficie, proporciona una buena dosis de alegría.

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